HISTORIA ECLESIÁSTICA
Eusebio de Cesarea
Libro 1
Fundamento de la promesa
I 1. Me he propuesto redactar las sucesiones de los santos apóstoles desde nuestro Salvador hasta nuestros días; cuántos y cuán grandes fueron los acontecimientos que tuvieron lugar según la historia de la Iglesia y quiénes fueron distinguidos en su gobierno y dirección en las comunidades más notables, incluyendo también aquellos que, en cada generación, fueron embajadores de la Palabra de Dios, ya sea por medio de la escritura o sin ella, y los que, impulsados por el deseo de innovación hasta el error, se han anunciado promotores del falsamente llamado conocimiento, devorando así el rebaño de Cristo como lobos rapaces.
2. Añadiré a todo esto los incidentes que sobrevinieron a todo el pueblo judío desde el momento de su complot contra nuestro Salvador, y también el número; el modo y el tiempo de los paganos que lucharon contra la palabra divina y la grandeza de los que en su tiempo atravesaron, por ella, la prueba de sangre y tortura; señalando además los martirios de nuestro tiempo y el auxilio benigno y favorable para con todos de nuestro Salvador. Daré comienzo a esta obra partiendo de la dispensación de nuestro Salvador y Señor Jesús, el Cristo de Dios.
3. Por lo cual la obra requiere la indulgencia de lectores benévolos para conmigo, pues confieso que presentar la obra perfecta y completa se halla más allá de nuestras fuerzas, ya que hasta el momento presente somos los primeros en entrar en esta labor como intentando seguir un sendero desierto y sin hollar. Así pues, pedimos a Dios su dirección y la ayuda del poder del Señor, pues no hemos logrado encontrar ninguna huella de hombres que nos hayan precedido en este sendero, a no ser por las pequeñas indicaciones que de modos diversos nos han dejado algunos relatos parciales de los tiempos pasados alzando sus voces desde lejos a modo de una antorcha desde lo alto de un punto lejano clamando y exhortándonos, desde una torre, cómo nos es necesario caminar y dirigir la senda de la palabra sin error ni peligro.
4. Nosotros, habiendo recogido de estos testimonios todo lo que consideramos útil para la presente obra, y como si lamiéramos de prados espirituales los dichos apropiados de los antiguos escritores, intentaremos conferirle forma histórica, contentándonos al recobrar, si no todas, por lo menos las más notables de las sucesiones de los apóstoles de nuestro Salvador, las que todavía se recuerdan en la iglesias más insignes.
5. Considero que es absolutamente necesario que trabaje en esta obra, pues no conozco ningún escritor eclesiástico que se haya preocupado en escribir acerca de este tema. Así pues, confío en que se mostrará sumamente beneficiosa para aquellos que tienen empeño en adquirir conocimientos históricos.
6. Ya narré brevemente todas estas cosas en los Cánones Cronológicos que redacté, pero sin embargo he resuelto componer esta obra, mucho más completa.
7. Tal como ya mencioné, empezaré con la dispensación y la divinidad de Cristo, que superan la capacidad humana.
8. Pues quien pretenda redactar los orígenes de la historia eclesiástica será necesario que empiece rigurosamente con la primera dispensación de Cristo mismo (ya que de Él tenemos el honor de recibir el nombre), que es más divino de lo que a muchos parece.
Resumen de los aspectos principales de la preexistencia y de la divinidad de nuestro Salvador y Señor, el Cristo de Dios
II 1.La naturaleza de Cristo es doble: una es como la Cabeza del Cuerpo (por la que le reconocemos Dios); la otra es comparable a los pies (la que tomó forma de hombre con las mismas pasiones que nosotros para nuestra salvación). Por ello nuestra declaración de lo siguiente será completa si tomamos como punto de partida lo principal y lo más prominente de toda su historia. Así también quedará demostrada la antigüedad, juntamente con el carácter divino de los cristianos, ante los que suponen que son recientes y extraños, que no salieron a luz antes de ayer.
2. Ningún tratado sería suficiente para exponer el linaje, la dignidad, la esencia y la naturaleza de Cristo; por esto el Espíritu divino dice en su profecía: «Su generación, ¿quién la contará?» Porque nadie conoció al Padre, sino el Hijo, ni nunca nadie conoció al Hijo debidamente, sino solamente el Padre que lo engendró.
3. ¿Quién, excepto el Padre, hubiera sido capaz de considerar con pureza la luz previa al mundo, la sabiduría inteligente y real antes de los siglos, el Verbo vivo que es Dios y se encuentra desde el principio con el Padre, el primero y único Hijo de Dios, anterior a toda creación y producción de todas las cosas tanto visibles como invisibles, el capitán del ejército espiritual e inmortal del cielo, el ángel consejero, el servidor del Padre en su plan inefable, el hacedor de todas las cosas con el Padre, la causa segunda del universo después del Padre, el verdadero y unigénito hijo de Dios, el Señor, el Dios y el Rey de toda criatura, que ha recibido del Padre la soberanía, la supremacía, la propia divinidad, el poder y el honor? Porque acerca de su divinidad en las Escrituras leemos: «En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por Él fueron hechas, y sin Él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.»
4. También dice esto el gran Moisés, siendo el profeta más antiguo, cuando esboza, por el Espíritu divino, la formación y la ordenación del universo: El creador y hacedor de todas las cosas permitió únicamente al Verbo, divino y primogénito, formar las criaturas inferiores. Y comenta con Él acerca de la creación del hombre: «Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza».
5. Otro profeta refuerza esta afirmación hablando de Dios en sus himnos del modo siguiente: «Porque Él dijo, y fue hecho; Él mandó, y fue creado.»Por un lado presenta al Padre y creador como soberano universal, actuando como espíritu real, y por otro lado, al Verbo divino (el mismo que nos ha sido anunciado) como segundo después de Él, realizando las órdenes del Padre.
6. Y ya desde el principio de la creación del hombre lo reconocieron, al verlo con los ojos puros de su mente, todos los que se dice que destacaron en la justicia y la excelencia de la piedad: los seguidores del gran siervo Moisés. Abraham, el primero antes de él, sus hijos y todos aquellos que posteriormente demostraron ser justos y profetas. Los cuales le rindieron la veneración debida al Hijo de Dios.
7. Asimismo Él, no olvidando en modo alguno la piedad al Padre, vino a ser, para todos los hombres, maestro del conocimiento del Padre. Así pues, se menciona que el Señor Dios fue visto semejante a un hombre común por Abraham, que estaba sentado junto a la encina de Mambre. Pero Abraham, a pesar de verlo con sus ojos como un hombre, echándose inmediatamente a sus pies le adora como a Dios, le suplica como al Señor, y manifiesta que no desconoce su personalidad, ya que menciona sus propias palabras: «El juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo?»
8. Por lo tanto, si es contra toda razón que el Ser no engendrado e inmutable de Dios omnipotente se transforme en apariencia de hombre o que burle los ojos de los que le contemplan con una visión semejante a la de un ser engendrado, e incluso que la Escritura presente tales relatos (aparentemente mitológicos), ¿a qué otra persona puede anunciar como Dios y Señor que juzga toda la tierra y lleva a cabo la justicia y además es visto en forma de hombre, si no es voluntad divina que sea llamado la causa primera del universo, sino sólo a su Verbo preexistente? También se habla acerca de Él en los Salmos: «Envió su palabra, y los sanó, y los libró de su ruina.»
9. Moisés con suma claridad lo anuncia Señor, segundo después del Padre, al decir: «Entonces el Señor hizo llover sobre Sodoma y sobre Gomorra azufre y fuego de parte del Señor».De nuevo, cuando aparece en forma humana a Jacob, la Escritura divina lo proclama Dios, diciéndole: «No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel; porque has luchado con Dios...»; y entonces «llamó Jacob el nombre de aquel lugar "Visión de Dios ; porque dijo: Vi a Dios cara a cara, y fue librada mi alma».
10. Y ciertamente tampoco es correcto conjeturar acerca de las apariciones divinas mencionadas, pensando que son ángeles inferiores y servidores de Dios, porque siempre que uno de ellos se aparece a los hombres, la Escritura no lo oculta, sino que los llama ángeles (no Dios ni Señor) como es fácil demostrar con millares de testimonios.
11. También Josué, el sucesor de Moisés, lo llama príncipe de las fuerzas del Señor, habiéndolo visto únicamente en forma y apariencia de hombre; y así lo considera jefe de los ángeles y arcángeles de los cielos y de las potestades superiores, la fuerza y la sabiduría del Padre y quien ha recibido la segunda soberanía y autoridad sobre todas las cosas.
12. Acerca de esto está escrito: «Estando Josué cerca de Jericó, alzó sus ojos y vio un varón que estaba delante de él, el cual tenía una espada desenvainada en su mano. Y Josué, yendo hacia él, le dijo: ¿Eres de los nuestros, o de nuestros enemigos? El respondió: No; mas como Príncipe del ejército del Señor he venido ahora. Entonces Josué, postrándose sobre su rostro en tierra, le adoró; y le dijo: ¿Qué dice mi Señor a su siervo? Y el Príncipe del ejército del Señor respondió a Josué: Quita el calzado de tus pies, porque el lugar donde estás es santo».
13. Por estas mismas palabras entenderás que no se trata de otro, sino del mismo que también se dirigió a Moisés, porque la Escritura usa los mismos vocablos: «Viendo el Señor que él iba a ver, lo llamó el Señor de en medio de la zarza, y dijo: ¡Moisés, Moisés! Y él respondió: Heme aquí. Y dijo: No te acerques; quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es.»
14. Además de las pruebas aportadas, que demuestran que en verdad hay un ser vivo y que existe antes del mundo, el cual sirvió al Padre y Dios de todo el universo en la creación de toda criatura, y es llamado Verbo y Sabiduría de Dios, también encontramos a nuestra disposición el ofrlo de la misma Sabiduría, la cual, por medio de Salomón, nos acerca a su misterio: «Yo, la sabiduría, habito en la cordura, y hallo la ciencia de los consejos. Por mf reinan los reyes, y los príncipes determinan justicia. Por mí dominan los príncipes, y todos los gobernadores juzgan la tierra».
15. Y a estas palabras añade: «El Señor me creó como principio de sus caminos para sus obras, me estableció antes de los siglos. En el principio, antes que hiciera la tierra, antes que brotasen las fuentes de las aguas, antes que los montes fuesen formados, antes de los collados, ya había sido yo engendrada. Cuando formaba los cielos, allí estaba yo; cuando afirmaba las fuentes bajo el cielo, con Él estaba yo ordenándolo todo, y era su delicia de día en día, teniendo solaz delante de El en todo tiempo, cuando se regocijaba por su universo terminado».
16. Con estas pocas palabras hemos demostrado que el verbo divino era preexistente y hemos mencionado a quienes se apareció (ya que no se apareció a todos).
17. Pero la razón por la cual no fue anunciado anteriormente a todo hombre del mismo modo que lo es ahora, tal vez quede demostrada con la siguiente explicación: la vida de los hombres en la antigüedad no era capaz de retener la enseñanza de Cristo, lleno de sabiduría y virtud.
18. Pues, efectivamente, el primer hombre, después de su tiempo inicial de vida colmada de bendiciones, se precipitó en este modo de vivir mortal y perecedero, despreocupándose de la instrucción divina, y tomó esta tierra maldita a cambio de la vida regalada con Dios. Y los que vinieron después de él poblaron toda nuestra tierra y demostraron ser en gran manera peores asumiendo una forma de vivir animal e insoportable (exceptuando uno o dos casos excepcionales).
19. Y pasaban la vida como nómadas duros e incultos en un desierto, sin concebir siquiera la idea de ciudades, o constituciones u oficios, ni preocupándose del saber, de las leyes o juicios ni del honor. e incluso desconociendo el mismo nombre de la filosofía. Pervirtieron los razonamientos naturales y toda semilla intelectual y civilizada, propios del alma del hombre, por su exceso de maldad tomada deliberadamente. Además se dieron completamente a todo tipo de impiedad, de manera que tan pronto se pervertían unos a otros, como se mataban practicando incluso el canibalismo. Finalmente alcanzaron el colmo de su desfachatez al pretender luchar contra Dios y contra los gigantes conocidos por todos, y proyectaron, en el extravío de su mente, fortificar la tierra contra el cielo disponiéndose para combatir contra el que está por encima de todas las cosas.
20. Mas Dios, que cuida de todas las cosas, persigue a los que obran de este modo con inundaciones y con fuego consumidor como a un bosque salvaje dispersado por toda la tierra. Por esto también a ellos les oprimió con hambres, pestes y guerras, e incluso fulminándolos desde lo alto, como si tratara una horrible y muy dura enfermedad del alma con los medios de corrección más amargos.
21. Cuando la cumbre de la maldad estaba ya por lanzarse sobre todos, sofocando y oscureciendo el alma de casi todos los hombres a modo de una horrible embriaguez, la Sabiduría de Dios, su primogénito, el Verbo preexistente (movido por su supremo amor para con los hombres), se apareció a los seres inferiores como poder de Dios para su salvación —a uno o dos de los antiguos hombres que amaban a Dios—, ya sea por visiones de ángeles o a través de sí mismo; y lo hizo en forma de hombre, porque sólo de ese modo podía revelarse a ellos.
22. Cuando la semilla de la piedad fue infundida por ellos a muchos hombres y un pueblo entero, de los primeros hebreos, se acercó sobre la tierra a la piedad, Dios, a través del profeta Moisés, les dio unas imágenes y símbolos de un sábado misterioso, y les concedió el poder ver otras visiones espirituales, pero no todo el misterio claramente, ya que muchos seguían en sus antiguas costumbres.
23. Entonces su legislación fue conocida y se extendió como viento fragante divulgándose entre todos los hombres, de manera que los espíritus de ellos y los de la mayoría de los paganos fueron refrenados por legisladores y filósofos de todas partes, hasta el punto en que la crueldad salvaje y animal se convirtió en mansedumbre, y de este modo incluso tenían, entre ellos, paz profunda, amistad y tratos. Fue en esta situación cuando, finalmente, en el principio del Imperio Romano, el mismo maestro de virtudes, el servidor del Padre en todo el bien, el divino y celestial Verbo de Dios se reveló a todos los otros hombres, a todos los pueblos de la tierra, estimándolos listos y aptos para recibir el conocimiento del Padre, y esta revelación la llevó a cabo un hombre en absoluto diferente a nosotros en lo que se refiere a sustancia corporal, que cumplió y sufrió todas las cosas conforme a las profecías, las cuales anunciaban con anterioridad que un hombre y Dios a la vez se hallaría en esta vida, sería autor de obras maravillosas, y sería dado a conocer como maestro de la piedad del Padre para todos los pueblos; además, también proclamaban la maravilla de su nacimiento, su nueva enseñanza, sus admirables obras, la manera en que murió, la resurrección de entre los muertos y, sobre todas estas cosas, su restablecimiento divino en el cielo.
24. El profeta Daniel, comprendiendo por el Espíritu divino el reinado fmal del Verbo, inspirado, describe la visión divina con términos humanos, diciendo: «Estuve mirando hasta que fueron puestos tronos, y se sentó un Anciano de días, cuyo vestido era blanco como la nieve, y el pelo de su cabeza como lana limpia; su trono llama de fuego, y las ruedas del mismo, fuego ardiente. Un río de fuego procedía y salía de delante de él; millares de millares le servían, y millones de millones asistían delante de él; el Juez se sentó, y los libros fueron abiertos.»
25. Y sigue: «Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de él. Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran: su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido.»
26. Todas estas cosas se refieren claramente a nuestro Salvador, el Verbo divino que desde el principio estaba con Dios, al cual llama Hijo del Hombre por su encarnación.
27. Puesto que ya reuní todas las profecías concernientes a nuestro Salvador Jesucristo en otros comentarios, y habiendo demostrado con mayor exactitud lo que hemos mencionado acerca de Él, nos contentaremos con lo dicho en la presente obra.
Cómo el nombre de Jesús, e incluso el de Cristo, eran conocidos desde el principio y venerados por los profetas inspirados por Dios
III 1. Éste es el momento oportuno para mostrar que los nombres de Jesús y de Cristo ya eran verdaderos incluso entre los antiguos profetas, amigos de Dios.
2. Moisés fue el primero en reconocer cuán sumamente augusto y glorioso es el nombre de Cristo, cuando ministró los modelos de cosas celestiales, los símbolos y las imágenes misteriosas, de acuerdo con el oráculo que dice: «Mira y haz todas las cosas conforme al modelo que se te ha mostrado en el monte»;y comentando acerca del sumo sacerdote de Dios, le llama Cristo, dentro de las probabilidades humanas; y así, además del honor y la gloria, añade el nombre de Cristo a esta dignidad del sumo sacerdocio, la cual, a sus ojos, es superior a cualquier cargo principal entre los hombres. Así ciertamente conocía el carácter divino de Cristo.
3. Moisés también conoció anticipadamente el nombre de Jesús, por el Espíritu de Dios, y de nuevo lo tuvo como un privilegio insigne. Así pues, nunca antes se pronunció este nombre a los hombres hasta que Moisés lo conoció, y él por primera vez concedió este título sólo a la persona que, según la figura y el símbolo, había de sucederle en el mando supremo después de su muerte.
4. En efecto, no usó con anterioridad el nombre de Jesús, sino el de Ausé (el que recibió de sus padres). Pero Moisés, cuando lo llama Jesús, le concede un precioso honor en gran número superior a una corona real; y lo hace porque el mismo Jesús, hijo de Yavéh, llevaba la imagen de nuestro Salvador, el cual, después de Moisés y de haber concluido el culto simbólico entregado por él, fue el único que había de recibir el mando de la verdadera y más pura piedad.
5. De esta manera, a modo de un supremo honor, Moisés dio el nombre de nuestro Salvador Jesucristo a aquellos dos hombres que en verdad y en gloria sobrepasaban a todo el pueblo, es decir, el sumo sacerdote y el que tomaría el mando después de él.
6. Es evidente que los profetas posteriores proclamaron a Cristo nombrándolo de antemano, y asimismo dieron testimonio del complot que en contra de él habían de llevar a cabo los judíos, y del llamamiento a las naciones por medio de él. En una ocasión Jeremías dice: «El aliento de nuestras vidas, el ungido del Señor, de quien habíamos dicho: A su sombra tendremos vida entre las naciones, fue apresado en sus lazos.» Pero en otro momento David, perplejo, dice: «Por qué se amotinan las gentes y los pueblos piensan vanidad? Se levantarán los reyes de la tierra, y príncipes consultarán unidos contra el Señor y contra su ungido» (Sal. 2:1, 2); y continúa hablando de la persona de Cristo: «El Señor me ha dicho: Mi hijo eres tú; yo te engendré hoy. Pídeme y te daré por herencia las naciones y por posesión tuya los confines de la tierra.»
7. Pero entre los hebreos no sólo se ordenaba con el nombre de Cristo a los que eran honrados con el sumo sacerdocio y eran ungidos como símbolo con el óleo preparado, sino también a los reyes, los cuales, por el Espíritu de Dios, eran hechos símbolos de Cristo, pues en ellos mismos llevaban las imágenes del poder real y soberano del único y verdadero Cristo, del Verbo divino que gobierna sobre todas las cosas.
8. También conocemos que algunos profetas, por la unción, llegaron a ser Cristos figurativamente, de manera que todos ellos señalan al verdadero Cristo, el Verbo divino y celestial, el cual es el único sumo sacerdote del universo, y el único rey de toda la creación y de todos los profetas, el único sumo profeta del Padre.
9. Esto es confirmado por el hecho de que ninguno de los antiguos ungidos simbólicamente (ni sacerdotes, ni reyes, ni profetas) jamás obtuvo una potestad de la virtud divina semejante a la que demostró poseer nuestro Salvador y Señor Jesús, el único y verdadero Cristo.
10. Pero ninguno de ellos, aunque brillando por su dignidad y su honor sobre los suyos en numerosas generaciones, en ninguna ocasión atribuyó el nombre de cristianos a sus súbditos, como extendiendo la figura del nombre de Cristo. Ellos tampoco recibieron el honor y la adoración de sus súbditos, ni éstos estaban dispuestos a morir por el hombre que honraban. Y tampoco tuvo lugar en toda la tierra una conmoción tan grande por ninguno de ellos, pues el poder del símbolo que ellos tenían no era suficiente como para actuar del modo que lo hizo la presencia de la verdad demostrada por medio de nuestro Salvador.
11. Y éste a pesar de que no tomó los símbolos y las imágenes del sumo sacerdote de nadie; ni descendía de sacerdotes según la carne; ni tomó poder real llevado por un cuerpo de guardia de hombres, ni fue un profeta como los antiguos; ni ostentó dignidad o presidencia alguna entre los judíos; fue honrado por el Padre en todas estas cosas, pero no simbólicamente sino en la realidad.
12. No obstante, aunque no recibió honores semejantes a los que hemos expuesto, es proclamado Cristo mucho más que los otros, y al ser él el único y verdadero Cristo de Dios, llenó todo el mundo de cristianos, que es un nombre precioso y santo. Ahora ya no ha dado figuras ni imágenes a los suyos, sino las propias virtudes descubiertas y la vida celestial en la doctrina de la verdad.
13. Y recibió la unción, no la preparada fisicamente, sino la divina, por el Espíritu de Dios, y por la participación en la divinidad no engendrada del Padre. Esto enseñaba Isaías cuando clamaba como si hablara el mismo Cristo: «El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos».
14. Pero no sólo Isaías; David también se dirige al propio Cristo y dice: «Tu trono, oh Dios, es eterno y para siempre; cetro de justicia es el cetro de tu Reino. Has amado la justicia y aborrecido la maldad; por tanto, te ungió Dios, el Dios tuyo, con óleo de alegría más que a tus compañeros.»
La palabra en el primer versículo lo llama Dios, y en el segundo le honra con el cetro real.
15. En tercer lugar, después de su poder divino y real, presenta al Cristo ungido, no con aceite material, sino con el aceite divino del regocijo; con lo que indica su carácter extraordinario, superior y distinguido por encima de los antiguos, que fueron ungidos más corporalmente a través de imágenes.
16. También en otra parte da a conocer más detalles acerca de Cristo con las siguientas palabras: «El Señor dijo a mi Señor: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies»; y: «De mi seno te engendré antes del alba; y juró el Señor, y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre, segun el orden de Melquisedec.»
17. Y este Melquisedec es considerado en las Escrituras sacerdote del Dios Altísimo, pero sin haber sido designado con unción preparada, ni siquiera perteneciendo al linaje de la sucesión sacerdotal de los hebreos; por esta razón nuestro Salvador es llamado con juramentos Cristo y sacerdote según el orden de Melquisedec, y no según el orden de los otros que rechazaron símbolos y figuras.
18. Por lo cual la historia no nos ha dado a conocer que Cristo fuera ungido por los judíos y ni que procediera de la tribu de los sacerdotes, sino que vino del mismo Dios antes del lucero de la mañana, es decir, antes de la creación del mundo, y que obtuvo un sacerdocio inmortal y eterno, conservándolo por los siglos sin fin.
19. La evidencia más clara e importante de su unción inmaterial y divina es que de todos los hombres de su tiempo y de los que han existido hasta hoy en toda la tierra, sólo Él es llamado y confesado como Cristo, y todos dan testimonio de Él con este nombre, recordándolo así tanto los griegos como los bárbaros.
Además, todavía hoy entre sus seguidores, en toda la tierra, es honrado como rey, es contemplado como siendo superior a un profeta y es glorificado como el verdadero y único sumo sacerdote de Dios; y, por encima de todo esto, es adorado como Dios por ser el Verbo Divino preexistente, anterior a todos los siglos, y habiendo recibido del Padre el honor de ser objeto de veneración.
20. Y lo más singular de todo es que los que estamos consagrados a Él no le honramos solamente con la voz o con los sonidos de nuestras palabras, sino con una completa disposición del alma, llegando incluso a preferir el martirio por su causa a nuestra propia vida.
Cómo el carácter de la religión anunciada por Cristo a todas las naciones no era nuevo ni desconocido
IV 1. Todo esto sea suficiente como prólogo de la historia, para que nadie piense que nuestro Salvador y Señor Jesucristo sea de existencia reciente al considerar el tiempo de su encamación. Pero para que nadie suponga que la enseñanza de Cristo es nueva o extraña, como si fuera forjada por un hombre joven, sin diferenciarse de los demás hombres, detengámonos en este tema en breves palabras.
2. De este modo, hace poco la venida de nuestro Señor Jesucristo a todos los hombres resplandeció, pero ya ha surgido (de acuerdo con las inefables predicciones en el tiempo) un pueblo que todos consideran nuevo. No es pequeño ni débil; tampoco se ha establecido en una nación de la tierra, sino que es el más religioso y numeroso de todos los pueblos, imperecedero e invencible, porque siempre encuentra su socorro en Dios, el cual es honrado por todos con el nombre de Cristo.
3. También uno de los profetas, cuando vio antes de tiempo por los ojos del Espíritu de Dios, esto que había de acontecer, exclamó asombrado: «¿Quién oyó cosá semejante? ¿Quién vio tal cosa? ¿Concibió la tierra en un día? ¿Nacerá una nación de una vez?» El mismo en otro lugar indica también el nombre que había de recibir, cuando dice: «A mis siervos se les llamará por un nombre nuevo, que será bendito sobre la tierra.»
4. Aunque claramente somos nuevos y el nombre de cristianos se ha conocido recientemente entre todas las naciones, vamos a demostrar que nuestra vida, y también el carácter de nuestro comportamiento, de acuerdo con la religión, no ha aparecido simultáneamente con nosotros, sino que prosperó desde la primera creación del hombre, y debido al sentido común de los hombres antiguos amigos de Dios.
5. Los hebreos no son un pueblo nuevo, sino que siempre ha sido honroso entre todos los hombres por su antigüedad. Sus escritos y tratados se refieren a hombres antiguos (esparcidos y escasos) eminentes en piedad, en justicia y en toda otra virtud; algunos fueron anteriores al diluvio, pero otros después entre los hijos de Noé y sus descendientes, pero muy especialmente Abraham, al cual se jactan los hebreos de tener por padre.
6. Si alguien afirmara que todos estos hombres que dieron testimonio por su justicia, desde Abraham hasta el primer hombre, fueron cristianos en sus obras, sin serlo de nombre, no se hallará lejos de la verdad.
7. Pues lo que el nombre significa es que el cristiano, a causa del conocimiento de Cristo y de su enseñanza, se distingue por su sensatez, por su justicia, por la constancia de su carácter, por el valor de su virtud y por la confesión de un solo Dios sobre todas las cosas; y aquellos hombres tenían celo por todas estas cosas en nada inferior al nuestro.
8. Ciertamente no se preocupaban de la circuncisión corporal, ni en observar los días de reposo y de la abstención de unos y otros alimentos como tampoco nosotros, pues todas estas cosas fueron instituidas primeramente por Moisés para que fueran cumplidas en simbolismo; pero ahora los cristianos no las llevamos a cabo.
Sin embargo, reconocieron al Cristo de Dios cuando, como ya hemos demostrado, se apareció a Abraham, deliberó con Isaac, habló con Israel y conversó también con Moisés y con los profetas posteriores.
9. Con todo esto verás que aquellos amigos de Dios también son dignos del nombre de Cristo, de acuerdo con la palabra dicha acerca de ellos: «No toquéis —dijo— a mis ungidos, ni hagáis mal a mis profetas.»
10. De tal modo, que claramente se da a entender que la primera y más antigua religión, hallazgo de aquellos amigos de Dios seguidores de Abraham, es justamente la enseñanza de Cristo que ahora se anuncia a todos los pueblos.
11. Pero aunque se diga que Abraham recibió el mandamiento de la circuncisión largo tiempo después, se debe recordar que enteramente ya fue dado testimonio de su justicia por la fe, así: «Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia.»
12. Siendo él justificado así antes de la circuncisión, Dios (éste era el Cristo, el Verbo de Dios) se le apareció y le dio a conocer el oráculo acerca de los que habían de ser justificados del mismo modo posteriormente; a ellos les prometió como sigue: «Y serán benditas en ti todas las familias de la tierra»; y «habiendo de ser Abraham una nación grande y fuerte, y habiendo de ser benditas en él todas las naciones de la tierra?»
13. Por lo tanto, es justo creer que esto se ha cumplido en nosotros, pues él fue justificado por la fe en Cristo, el Verbo de Dios que se le apareció; y después de abandonar las supersticiones de sus padres y su previa vida extraviada, habiendo confesdo que Dios es uno en todas las cosas, le sirvió con obras de virtud, pero no por las prácticas de la Ley de Moisés que fue posterior; y también a él, tal como era, se lo anunció: que todas las tribus de la tierra y toda nación serían bendecidos en él.
14. Y precisamente, en nuestros días, sólo los cristianos por toda la tierra habitada practican aquella forma de religión de Abraham con los hechos, que son más radiantes que las palabras.
15. De este modo, ¿qué obstáculo nos queda ya para no reconocer que el modo de vida y la religión de los que seguimos a Cristo son exactamente los mismos que los de los antiguos amigos de Dios? Por lo tanto, hemos demostrado que la religión que hemos recibido por la enseñanza de Cristo no es nueva ni extraña, sino que, hablando con claridad, es la primera, la única y la verdadera sea esto suficiente.
Sobre el tiempo en que Cristo se apareció a los hombres
V 1. Después de este preámbulo imprescindible para la composición de la historia eclesiástica propuesta por nosotros, proseguimos, como si emprendiéramos una travesía con la manifestación de nuestro Salvador en carne, tras invocar en nuestro auxilio, y para la veracidad de la exposición, al Dios Padre del Verbo y a su siervo Jesucristo, Salvador y Señor nuestro, el celestial Verbo de Dios.
2. Así pues, nuestro Señor y Salvador Jesucristo nació, de acuerdo con las profecías, en Belén de Judá, en el año 42 del reinado de Augusto, y en el año 28 del sometimiento de Egipto y muerte de Antonio y Cleopatra (con ello se extinguía la dinastía egipcia de los Ptolomeos), en el primer censo, siendo Cirenio gobernador de Siria.
3. Flavio Josefo, el más insigne historiador judío, también recuerda este censo de Cirenio; y además se refiere a otros acontecimientos relativos a una secta de galileos que surgió en aquel tiempo, la cual también menciona mucho Lucas en el libro de los Hechos de los Apóstoles: «Después de éste, se levantó Judas el galileo, en los días del censo, y llevó en pos de sí a mucho pueblo. Pereció también él, y todos los que le obedecían fueron dispersados.»
4. De acuerdo con todo esto, el autor mencionado añade, en el libro 18 de sus Antigüedades, las siguientes palabras textualmente: «Pero Cirenio, miembro del Senado, después de pasar por todos los demás cargos, siendo un cónsul grande por su dignidad, vino a Siria con unos pocos hombres, enviado por César como juez dc la nación y censor de los bienes.»
5. A continuación dice: «Pero Judas el galaumita, de la ciudad de Gaula, tomando consigo al fariseo Sadoc, inició una revuelta arguyendo que el censo sólo conducía a la esclavitud, y exhortaba al pueblo a preocuparse por la libertad.»
6. Y él mismo escribe acerca de este tema, en la segunda historia de Las guerras de los judíos, lo siguiente: «Entonces, un hombre galileo, llamado Judas, instigó a una revuelta a los habitantes del país, acusándoles porque se sometían al pago del tributo de los romanos y soportaban soberanos mortales después de Dios.». Todo esto según Josefo.
Cómo, según las profecías, cesó en tiempo de Cristo la línea de los primeros gobernadores de los judíos, y Herodes, el primer extranjero, fue su rey
VI 1. Precisamente en el momento en que Herodes tomó el gobierno del pueblo judío (siendo el primer extranjero en ser nombrado para este cargo) se cumplió la profecía anunciada a Moisés, diciendo: «No faltará jefe salido de Judá, ni legislador salido de sus muslos, hasta que llegue aquel para quien está reservado», a quien señala como esperanza de las naciones.
2. En efecto, la predicción se mantuvo incumplida mientras pudieron gobernar los judíos, desde el principio con Moisés hasta el imperio de Augusto. Pero fue entonces cuando por primera vez el mando de los judíos fue entregado a un extranjero, a Herodes, el cual —según Josefo— era idumeo por parte de su padre y árabe por parte de su madre; pero según dice Africano, que no es un historiador cualquiera, los que han investigado con exactitud, concluyen que Antipatro, padre de Herodes, era hijo de cierto Herodes ascalón, de los heieródulos en el templo de Apolo.
3. Este Anfipatro, cuando era niño, fue apresado por unos bandidos idumeos y vivió con ellos porque su padre, por su pobreza, no pudo pagar por él; así es educado entre ellos, y posteriormente entabló amistad con Hircano, sumo sacerdote de los judíos. De él nació el Herodes del tiempo de nuestro Salvador.
4. De modo que, con la llegada al reino de los judíos de una tal persona, también estaba a la puerta la esperanza de las naciones, de acuerdo con la profecía, ya que con su entrada en el poder desaparecieron los gobernantes y dirigentes según la sucesión, entre otros, del mismo Moisés.
5. Ciertamente reinaron antes de la cautividad y la deportación a Babilonia, empezando primero por Saúl y por David. Pero antes de los reyes también cuidaron de ellos unos gobernantes, los jueces, empezando a partir de Moisés y de su sucesor Josué.
6. Después del retorno desde Babilonia, dispusieron ininterrumpidamente de una oligarquía en constitución aristocrática (los sacerdotes estaban al frente de todo asunto) hasta que el general romano Pompeyo, enfrentándose a Jerusalén, la sitió por la fuerza y profanó las cosas santas, entrando en el lugar más íntimo del templo; envió preso a Roma con sus hijos a Aristóbulo, quien hasta el momento, siguiendo la sucesión de su padres, era rey y sumo sacerdote, y deparó el sumo sacerdocio a su hermano Hircano. Desde entonces el pueblo judío pasó a ser tributario de los romanos.
7. En el momento en que Hircano, el último que sostenía la sucesión de los sumos sacerdotes, fue apresado por los partos, Herodes, el primer extranjero, como ya mencioné anteriormente, recibió el pueblo judío de manos del Senado romano y del emperador Augusto.
8. Entonces, evidentemente, tuvo lugar la venida de Cristo, acompañada, según la profecía, de la anhelada salvación y del llamamiento de las naciones. Desde aquel momento los gobernadores y dirigentes de Judá —me refiero a los que pertenecían al pueblo judío— cesaron, y consecuentemente fueron desatendidos los asuntos del sumo sacerdocio, que con regularidad había sido transmitido de padres a hijos en cada generación.
9. Un testigo fidedigno de todo esto lo tenemos en Josefo, el cual muestra cómo Herodes, cuando recibió el reino de manos de los romanos, ya no instituyó el sumo sacerdocio según el linaje inicial, sino que concedió este honor a ciertos desconocidos. Asimismo —añade también Josefo—, su hijo Arquelao y los romanos que posteriormente tomaron el mando de los judíos, obraron del mismo modo que Herodes en la institución del sumo sacerdocio.
10. También Josefo narra cómo Herodes fue el primero en guardar bajo su propio sello las santas vestiduras del sumo sacerdote e impidió que los sumos sacerdotes las usaran (igualmente obraron Anjuelao y los romanos posteriores a él).
11. Todo esto es útil para confirmar otra profecía acerca de la manifestación de nuestro Salvador Jesucristo. En el libro de Daniel la palabra especifica el número de ciertas semanas hasta el Cristo-príncipe (sobre esto traté en otro lugar), y profetiza que la unción entre los judíos sería aniquilada una vez concluidas estas semanas.
Todo esto se cumplió evidentemente con el nacimiento de nuestro Salvador Jesucristo. Estos detalles son suficientes como preámbulo para establecer la exactitud de las fechas.
Sobre la supuesta contradicción en los Evangelios con relación a la genealogía de Cristo
VII 1. Debido a que Mateo y Lucas transmiten en los Evangelios la genealogía de Cristo de diversos modos y muchos los consideran contradictorios, y por su parte cada creyente se ha afanado en inventar alguna explicación para justificarlos, nosotros aportamos a continuación la información que nos ha llegado, la cual Africano (el que ya hemos mencionado) recuerda a Arístides cuando le escribe una carta acerca de la unanimidad de la genealogía en los Evangelios. Rechaza las opiniones de los demás como forzadas y falsas, y redacta la información que él ha recibido como sigue:
2. «Así pues, los nombres de las familias de Israel eran calculados o bien por naturaleza o bien por la Ley. Por naturaleza, según la sucesión del nacimiento legítimo; pero se realzaba según la Ley cuando alguien engendraba un hijo en favor de un hermano muerto sin descendencia, (pues como todavía no habían recibido la esperanza clara de la resurrección, imitaban la prometida resurrección que había de venir con lo mortal, para perpetuar el nombre del difunto).
3. »En consecuencia, los que se hallan en esta genealogía son tanto los que se sucedieron legítimamente de padres a hijos, como los que fueron engendrados con el nombre de otros, y se hace memona por igual de ambos; de los engendrados y de los que representa que lo han sido.
4. »De suerte que ninguno de los dos Evangelios miente, sino que enumeran siguiendo el linaje natural y siguiendo el linaje por la ley, lógicamente, pues las familias de Salomón y de Natán estaban entrelazadas debido a las resurrecciones de los que murieron sin descendencia, de las segundas nupcias y de las resurrecciones de los hijos; de manera que es lícito creer que unos son hijos de distintos padres en diversas ocasiones: de los ficticios y de los reales; concluimos, pues, que ambas genealogías son legítimamente verdaderas y llegan hasta José con exactitud, aunque de modo complicado.
5. »No obstante, para que quede más claro lo que hemos expuesto, paso a explicar el enlace de las familias. Al contar las generaciones partiendo de David y pasando por Salomón se encuentra a Matán (tercero por el final), que engendró a Jacob, padre de José. En cambio desde Natán hijo de David, según Lucas, el tercero por el final es Melquí, y José era hijo de Elí, hijo de Melquí.
6. »Ya que nuestro objetivo está fijado en José, nos es preciso demostrar por qué razón dos personas distintas aparecen como su padre: Jacob partiendo de Salomón y Elí desde Natán; tenemos que ver cómo Jacob y Elí son hermanos y cómo sus padres MatAn y Melquí parecen ser abuelos de José, siendo ellos de distinto linaje.
7. »Matán y Melquí se casaron sucesivamente con la misma mujer y engendraron hijos de la misma madre, pues la Ley no prohibió que una mujer en soledad, ya fuera por haber sido repudiada por su marido o por la muerte de éste, se casara con otro varón.
8. »Por consiguiente, de Esta (que es el nombre de la mujer según la tradición) en primer lugar Matán (de la familia de Salomón) engendró a Jacob, pero cuando él murió, Melquí (de la familia de Natán) se casó con la viuda, que, como ya dijimos, era de otra familia pero de la misma tribu. Este tuvo un hijo, Elí.
9. »Así Jacob y Elí son hermanos de la misma madre a pesar de pertenecer a distintas familias. Uno de ellos, Jacob, muere sin hijos, y su hermano Elí, tomando la mujer de Jacob, engendró de ella un tercer hijo: José. Este es por naturaleza de Elí, y según el texto que está escrito: "Y Jacob engendró a José"; pero según la Ley era hijo de Elí, pues Jacob, siendo su hermano, le levantó simiente. Por lo cual su genealogía no será invalidada.
10. »El evangelista Mateo hace el recuento como sigue: "Jacob engendró a José"; pero Lucas, en orden inverso: "el cual era (también añade esto) "de José, hijo de Elí... hijo de Melquí". No podía expresar con mayor precisión el nacimiento según la Ley; va siguiendo hasta "Adán, hijo de Dios" y suprime el "engendró" hasta el final, al tratar de este tipo de paternidad.
11. »Esto no son conjeturas sin fundamento, pues los padres según la carne de nuestro Salvador, ya sea por aparentar, ya sea simplemente por enseñar siempre siendo sinceros, nos entregaron también lo siguiente: Unos bandidos idumeos asaltaron Escolan, ciudad de Palestina, y se llevaron preso, junto con otros despojos del Templo de Apolo, erigido entre los muros, a Antipatro, hijo de un tal Herodes, hiriéndolo. Pero siéndole imposible al sacerdote satisfacer el precio del rescate por su hijo, Antipatro fue criado en las costumbres de los idumeos, y posteriormente entabló amistad con Hircano, el sacerdote de Judea.
12. »Fue embajador a Pompeyo en nombre de Hircano, para el que liberó el reino asolado por su hermano Aristóbulo; pero él mismo fue afortunado, pues consiguió ser Epimeletes de Palestina.
»Mas a Antipatro, asesinado por envidia de sus abundantes y buenos éxitos, le sucedió el hijo de Herodes, quien posteriormente fue escogido para reinar sobre los judíos por decreto de Antonio y del senador Augusto. Herodes y los demás tetrarcas fueron hijos suyos. En verdad, todos los detalles concuerdan con la historia de los griegos.
13. »Ahora bien, como que todas las familias hebreas se hallaban registradas en los archivos, incluyendo los prosélitos como Aquior el amonita, Rut la moabita y los egipcios que partieron juntamente con los hebreos, Herodes, al no estar en nada relacionado con la raza de los israelitas y acuciado por su origen oscuro, mandó quemar todos los registros de las familias, pensando que él parecería un noble si tampoco otros podían trazar sus linajes con documentos oficiales, hasta los patriarcas, o los prosélitos, o los llamados geyoras, extranjeros mezclados.
14. »Pero unos pocos meticulosos se jactaban de su linaje, preservado por tener registros privados, donde figuraban los nombres, o simplemente por poseer alguna copia. Entre éstos se encontraban los que antes mencionamos, los llamados despósinoi por su relación con el linaje de nuestro Salvador; éstos expusieron la genealogía que hemos propuesto nosotros desde el Libro de los días, hasta donde llegaron, visitando las aldeas judías de Nazaret y Locoba y el resto de la tierra.
15. »Sea como fuere, no se puede encontrar explicación más clara que ésta y por esta razón yo lo creo; asimismo toda persona bondadosa. Y a pesar de no estar atestiguada, cuidémonos de ella, porque una más consistente no puede explicarse. De todos modos, el Evangelio es totalmente verdadero»
16. Y al final de la misma carta expone lo siguiente: «Matán, del linaje de Salomón, engendró a Jacob. Pero una vez muerto Matán y Melquí, del linaje de Natán, engendró a Elí de la mujer de su hermano. De este modo Elí y Jacob son hermanos de la misma madre. Al morir Elí sin hijos, Jacob le levantó simiente, y nació José, su hijo por naturaleza, pero Elí según la Ley. En consecuencia, José era hijo de ambos.»
17. Hasta aquí, Africano. Una vez trazada la genealogía de José,, también se puede mostrar que María era de su misma línea, pues según la Ley de Moisés era ilícito entremezclar las distintas tribus y se ordenaba unir en matrimonio con uno del mismo pueblo y de la misma tribu, para que la heredad de la familia no pasara de una tribu a otra. Todo esto sea suficiente para este asunto.
De la maquinación de Herodes contra los niños, y de la catástrofe que le sobrevino
VIII 1.Así pues, al nacer Cristo, de acuerdo con las profecías, en Belén de Judea en el tiempo indicado, los magos de oriente consultaron a Herodes acerca del lugar donde se hallara el nacido rey de los judíos (pues habían visto su estrella y ésta era la razón de su viaje: adorar al recién nacido como a Dios). Pero él fue trastornado en gran manera, pensando que su poder peligraba y aprendiendo de los maestros de la Ley entre el pueblo en qué lugar esperaban que naciera el Cristo.
Cuando supo que la profecía de Miqueas predecía que había de ser en Belén, mandó matar, por decreto, a todos los niños de pecho en Belén, y en todo lugar a los niños de dos o menos años, según el tiempo que los magos le comunicaron, con la intención de matar también a Jesús entre todos los de su misma edad.
2. No obstante, el niño se anticipó al complot y fue transportado a Egipto, porque sus padres supieron previamente lo que estaba por acontecer, gracias a la aparición de un ángel. Todo esto también nos lo enseña la Santa Escritura del Evangelio.
3. Pero, además, también merece la pena considerar el pago que recibió Herodes por su audacia contra Cristo y los niños de su edad; cómo inmediatamente después, aún estando en vida, lo persiguió la justicia divina, mostrándole el principio de lo que le sobrevendría después de su partida.
4. Nos es imposible enumerar con detalle en esta obra de qué modo oscureció el supuesto esplendor de su reino con las sucesivas desgracias familiares: los asesinatos de su esposa, de sus hijos, sus parientes más allegados y de sus mejores amigos. Con todo esto, cualquier idea acerca de estas calamidades sobrepasa toda representación trágica. Josefo las explica extensamente en su historia acerca de Herodes.
5. Sin embargo, del mismo Josefo podemos escuchar, en el Libro XVII de sus Antigüedades de los judíos, cómo sobrevino a Herodes el tormento que lo llevó hasta la muerte, ya desde el mismo momento en que ideó su complot contra nuestro Salvador y contra los otros niños. Describe la catástrofe de su vida con las siguientes palabras: «La enfermedad de Herodes iba creciendo más y más amarga. Dios aplicaba la justicia a sus crímenes.
6. »Pues ciertamente era un fuego débil, de modo que no mostraba a los que lo tocaban la inflamación que en el interior aumentaba su quebranto. Además, un espantoso deseo de tomar algo, sin existir nada que pudiese ayudarle, y llagas en los intestinos con grandes dolores, especialmente en el colon, y una inflamación húmeda y ardiente en los pies.
7. »Tenía un mal semejante alrededor del vientre, y además sus partes pudendas se descomponían, criando gusanos. Su respiración era irregular y muy molesta por su pesadez y por su fuerte asma; en todos sus miembros sufría espasmos de una fuerza intolerable.
8. »En todo caso, los adivinos y los que disponen de sabiduría para predecir estas cosas decían que Dios exigía al rey la expiación de sus muchas infamias.» Esto es lo que expone en su obra el autor ya mencionado.
9. Y en el libro segundo de sus Guerras de los judíos, describe algo semejante como sigue: «Desde entonces la enfermedad, habiéndose apoderado de todo su cuerpo, le destruía con fuertes dolores; la fiebre era ciertamente suave, pero el escozor era insoportable por todo el cuerpo; los dolores permanentes en el colon, los edemas en los pies como un hidrópico y la inflamación del vientre y la degeneración agusanada de sus partes pudendas, y además el asma, la disnea y los espasmos en todos sus miembros. Hasta el extremo de que los adivinos comentaban que la enfermedad era un castigo.
10. »Pero él, luchando con las enfermedades, seguía aferrándose a la vida y con la esperanza de la salvación imaginaba curaciones. Por ejemplo: Habiendo cruzado el Jordán, usó las aguas termales de Calirroe, las cuales van a dar al mar del Asfalto, y al ser dulces son potables.
11. »Allí los médicos creyeron conveniente calentar en una bañera llena de aceite su cuerpo debilitado. Cerró los ojos y se volvió como desfallecido. Entonces, con el gran tumulto de sus criados, volvió en sí a su desgracia, pero en adelante perdió toda esperanza de salvación y ordenó que se dieran 50 dracmas a los soldados y mucho dinero a los jefes y amigos.
12. »Luego volvió a Jericó muy melancólico y cercano a la muerte. Pero decidió planear una acción criminal. Mandó encerrar en el hipódromo a todos los hombres ilustres de cada aldea de Judea, después de haberles convocado él mismo.
13. »Poco después mandó llamar a su hermana Salomé y a Alejandro su esposo y les dijo así: "Yo sé que los judíos festejarán mi muerte, pero si vosotros tenéis a bien llevar a cabo mis órdenes, puedo ser llorado por todos y tener un funeral glorioso. Cercad con los soldados a estos hombres que yo tengo custodiados, y en el preciso momento en que yo muera, inmediatamente matadles para que toda Judea y cada casa llore por mí a pesar suyo".»
14. Más adelante añade: «Posteriormente, y acosado por el hambre y con la tos espasmódica y entristecido por tantos dolores, ansiaba anticipar su suerte. Por esto, tomando una manzana, pidió también un cuchillo (tenía la costumbre de cortarla para comérsela); entonces, mirando alrededor y cerciorándose de que no se hallaba allí nadie para impedfrselo, levantó la diestra como para herirse.»
15. El mismo escritor añade que poco antes del final de su vida Herodes mandó matar a otro hijo legitimo suyo, el tercero después de los dos que ya habían sido muertos anteriormente, e inmediatamente, entre grandes sufrimientos, pereció.
16. De este modo, ciertamente tuvo lugar el final de Herodes, castigo justo por la matanza de los niños en Belén y por el complot en contra de nuestro Salvador.
A continuación un ángel vino a José en sueños en Egipto y le ordenó marchar con el niño y su madre a Judea, informándole que los que buscaban la muerte del niño ya habían muerto. Y el evangelista añade: «Pero oyendo que Arquelao reinaba en Judea en lugar de Herodes su padre, tuvo temor de ir allá; pero, avisado por revelación en sueños se fue a la región de Galilea.»
Acerca de los tiempos de Pilato
IX 1.La toma de poder de Arquelao en sucesión de Herodes, también está atestiguada por el historiador que ya hemos mencionado anteriormente, y asimismo también describe cómo tomó el reino de los judíos, en sucesión, por orden del testamento de Herodes su padre y por la resolución de César Augusto, y cómo, cesando al cabo de diez años, se ocuparon de sus tetrarquías sus hermanos Felipe y Herodes el Joven, juntamente con Lisanias.
2. También Josefo, en el Libro XVIII de sus Antigüedades, da a entender que en el año 12 del reinado de Tiberio (después éste accedió a todo el mando, al final de los 57 años que lo ostentó Augusto). Poncio Pilato recibió Judea y permaneció en el poder diez años completos, casi hasta la muerte de Tiberio.
3. Con ello queda evidentemente refutada la ficción acerca de nuestro Salvador, de unas memorias que se han extendido recientemente, en las que las fechas establecidas denunciaban su falsedad.
4. Se atreven a fijar la pasión del Salvador en el cuarto consulado de Tiberio, el cual tuvo lugar durante el año séptimo de su reinado, pero está demostrado que en este tiempo Pilato ni siquiera había llegado a ninguna parte de Judea, porque Josefo (si es lícito tomarlo por testigo) indica con certidumbre en la obra ya mencionada, que Tiberio constituyó a Pilato como gobernador de Judea en el año 12 de su propio reinado.
Acerca de los sumos sacerdotes judíos bajo los cuales Cristo dio a conocer su enseñanza
X 1. Así pues, nuestro Salvador y Señor Jesús, el Cristo de Dios, comenzando su ministerio alrededor de los treinta años, vino al bautismo de Juan y empezó la proclamación del Evangelio en el tiempo de estos gobernadores, cuando Tiberio César estaba en el decimoquinto año de su soberanía. Poncio Pilato, en el cuarto año de su mandato, y en el resto de Judea eran tetrarcas Herodes, Lisanias y Felipe.
2. La divina Escritura dice que todo el tiempo de su enseñanza se dio siendo sumos sacerdotes Anás y Caifás, dando a entender que se cumplió entre los años del servicio de ambos. Consecuentemente comenzó durante el sumo sacerdocio de Anás y se prolongó hasta el principio del de Caifás, lo cual no llega a cuatro años completos.
3. Ahora bien, las instituciones de la Ley estaban anuladas en aquel tiempo, por lo cual también se hallaba invalidada la que disponía los cargos concernientes de por vida y por sucesión hereditaria de padres a hijos, y en cambio los gobernadores romanos ordenaban a otros que, a veces, no llegaban a un año de servicio.
4. De este modo, Josefo relata que entre Anás y Caifás hubo cuatro sucesiones, y en la misma obra Antigüedades comenta como sigue: «Valerio Grato cesó del sacerdocio a Anás y constituyó sumo sacerdote a Israel, hijo de Fabio; pero también a éste cambió al cabo de poco tiempo, y nombré sumo sacerdote a Eleazar, hijo del sumo sacerdote Anás.
5. Sin embargo, después de un alio, también cesó a éste y entregó el sumo sacerdocio a Simón, hijo de Camilo. Pero tampoco sostuvo el honor un año entero y su sucesor fue José, llamado también Caifás.
6. En consecuencia, se muestra que el tiempo completo de la enseñanza de nuestro Salvador no llegó a cuatro años, ya que cumplieron el servicio anual cuatro sacerdotes desde Anás hasta el nombramiento de Caifás. Lógicamente, pues, la escritura del Evangelio reconoce a Caifás como sumo sacerdote justamente en el alio de la Pasión del Salvador, y partiendo de este punto se ve cómo la observación anterior concuerda también con el tiempo de la enseñanza de Cristo.
7. No obstante, nuestro Salvador y Señor llamé a los doce apóstoles poco después de empezar su predicación; pero a estos doce, de entre todos sus discípulos, concedió el honor extraordinario de ser llamados apóstoles; y «después de estas cosas, designó el Señor también a otros setenta, a quienes envió de dos en dos delante de él a toda ciudad y lugar adonde él había de ir».
Testimonios acerca de Juan y de Cristo
XI 1. La divina Escritura de los Evangelios también recuerda que después de no largo tiempo Juan el Bautista fue decapitado por orden de Herodes el Joven; y además Josefo lo confirmó cuando menciona a Herodiades, y cómo siendo ella la esposa de su hermano Herodes, se casó con ella una vez que hubo repudiado a su primera y legítima esposa (hija de Aretas, rey de Petra) y separado a Herodías de su marido, todavía vivo; por ella ejecutó a Juan y además se levantó contra Aretas, tras haber deshonrado a su hija.
2. Pero dice que en el combate, al empezar la batalla, el ejército de Herodes quedó totalmente derrotado, y que estas cosas le sucedían por haber actuado en contra de Juan.
3. También Josefo confiesa que Juan era justo en extremo y que bautizaba, corroborando así lo que de él se dice en los Evangelios. Además relata que Herodes fue expulsado de su reinado por motivo de la mismísima Herodiades, con la que fue desterrado y condenado a vivir en una ciudad de la Galia, en Viena.
4. Estas cosas nos las da a conocer también en el mismo Libro XVIII de las Antigüedades con los siguientes términos: «Pero a algunos judíos les pareció que el ejército de Herodes había sido destruido por Dios, y que de un modo extraordinariamente justo era castigado por su acción en contra de Juan llamado el Bautista.
5. »Pues Herodes le mandó matar. Sin embargo, Juan el Bautista era un hombre bueno y animaba a los judíos a cultivar la virtud, a actuar con justicia unos a otros, a buscar la piedad, a Dios y a venir al bautismo. De este modo consideraba aceptable el bautismo, no para los que lo usaban para huir de ciertos pecados, sino para la pureza del cuerpo, puesto que también su alma había estado purificada con la justicia.
6. »La gente iba agrupándose alrededor de Juan (pues se maravillaban al oír sus palabras), y Herodes, temiendo que una tal persuasión sobre los hombres acabara con una revuelta (pues parecía que actuaban en todo siguiendo su consejo), decidió que era mejor anticiparse y hacerlo matar antes de que alguien se alzara sobre él y luego tener que arrepentirse enredado en asunto. Por eso Juan, por causa de la sospecha de Herodes, fue llevado cautivo a Maqueronte, la fortaleza ya mencionada, y en ella le mataron.»
7. Una vez relatado todo esto acerca de Juan, también recuerda a nuestro Salvador en la misma obra histórica, como sigue: «Por aquel tiempo vivió Jesús, hombre sabio, si se puede llamarle hombre. Pues era hacedor de extraordinarias obras y maestro de los hombres, que recibían la verdad de buen grado, y se atrajo tanto a judíos como a griegos.
8. »Este era el propio Cristo, pero fue condenado a la cruz por Pilato inducido por nuestros primeros padres, aunque los que primero le habían amado no desistieron y al tercer día se les apareció de nuevo vivo. Todo esto e innumerables portentos más ya los habían relatado los profetas de Dios. Además la tribu de cristianos, que tomó el nombre de él, aún no ha desaparecido hasta nuestros días».
9. Con todo esto, y habiendo surgido de los hebreos un escritor que nos informa acerca del bautismo de Juan y acerca de nuestro Salvador en su propia obra, ¿qué opción queda para los que forjaron las Memorias contra ellos, fuera de la evidencia de su osadía? Sea esto suficiente.
Acerca de los discípulos de nuestro Salvador
XII 1. El nombre de los apóstoles del Salvador se halló claramente para todos en los Evangelios. Pero de los setenta discípulos no existe ninguna lista. Se dice que Bernabé era uno de ellos. Se le menciona especialmente en los Hechos de los Apóstoles, y Pablo lo nombra del mismo modo en su epístola a los Gálatas. También aparece como uno de ellos Sóstenes y el que juntamente con Pablo escribe una espístola a los Corintios.
2. Esta información nos llega de Clemente en el libro V de su Hypotyposeis, en la que además explica que Cefas era uno de los setenta discípulos, de quien Pablo dice: «Cuando Cefas vino a Antioquía le resistí en la cara», pero que se llama igual que el apóstol Pedro por pura casualidad.
3. La tradición cuenta que también compartieron el honor de la llamada de los setenta «Matías» (el que fue incluido en la lista de los apóstoles en lugar de Judas) y el otro que participé con él en la votación. También se incluye entre ellos a Tadeo, acerca del cual nos ha llegado cierta información que voy a exponer inmediatamente.
4. Pero si te detienes a considerarlo observarás que el número de los discípulos del Salvador era superior a los setenta, pues acudiendo al testimonio de Pablo, aconteció que después de la resurrección de los muertos se apareció primero a Cefas, luego a los doce y después a más de quinientos hermanos juntos, de los cuales precisaba que algunos ya habían muerto, pero que la mayoría todavía estaban en vida cuando él escribía acerca de todo esto.
5. Posteriormente se dice se apareció a Jacobo. Sin embargo, éste era otro de los llamados hermanos del Salvador. Después, como además de éstos los apóstoles a imagen de los doce fueron muchos más (como Pablo, por ejemplo), continúa diciendo: «Después se apareció a todos los apóstoles».
Todo esto sea suficiente acerca de este asunto.
Relato acerca del soberano de Edesa
XIII 1. A continuación paso a narrar el relato acerca de Tadeo. La noticia de la naturaleza divina de nuestro Señor y Salvador Jesucristo se extendía a todos los hombres debido a su poder para llevar a cabo maravillas, y atrajo a numerosas personas (incluso a extranjeros alejados de Judea) con la esperanza de curación de sus enfermedades y de todo tipo de sufrimiento.
2. Así se encontraba el rey Abgaro, que gobernaba muy diestramente sobre los pueblos de más allá del Eufrates, y su cuerpo se iba destruyendo por una enfermedad terrible e incurable dentro de las posibilidades humanas. Por lo tanto, cuando el nombre de Jesús llegó a él reiteradamente y también su poder testificado por todos con unanimidad, inmediatamente se convirtió en un suplicante suyo y le envió una carta a través de un correo pidiendo le concediera la liberación de su enfermedad.
3. No obstante, Jesús no respondió a su llamado entonces, pero juzgó que era digno de una carta particular en la que le prometía enviarle a uno de sus discípulos para procurarle la curación de su dolencia juntamente con la salvación para él y también para todos los suyos.
4. Poco después le cumplió la promesa. Luego de la resurrección de los muertos y la ascensión a los cielos de nuestro Salvador, Tomás —uno de los doce apóstoles—, impulsado por Dios, envió a Edesa como heraldo y evangelista de la enseñanza de Cristo a Tadeo (que pertenecía a los setenta discípulos de Cristo) y la promesa de nuestro Salvador se vio completada por medio de él.
5. Hay testimonio escrito disponible acerca de todo esto en los archivos de Edesa, que entonces era la ciudad de la Corte. Todo esto se halla conservado esmeradamente hasta hoy en los documentos oficiales de aquel lugar, que contienen los hechos antiguos y los contemporáneos de Abgaro. De todos modos, nada será tan exacto como escuchar las cartas que nosotros hemos sacado de los archivos y traducido del siríaco como sigue:
Copia de la carta escrita por Abgaro a Jesús, la cual le envió a Jerusalén a través del correo Ananías
6. «Abgaro Ucama Toparca, a Jesús, Salvador bueno que se mostró en la región de Jerusalén, salud:
»He oído acerca de ti y de tus curaciones, llevadas a cabo por ti mismo como si prescindieras de medicinas y de hierbas, pues según la noticia que corre, haces que los ciegos vean y que los cojos anden, sanas a los leprosos y echas fuera espíritus impuros y demonios, sanas a los atormentados con enfermedades largas y resucitas muertos.
7. »Tras oír esto de ti creo que hay dos opciones. O eres Dios y habiendo bajado del cielo llevas a cabo estas obras, o puesto que las haces eres el hijo de Dios.
8. »Por esta razón, he escrito suplicándote que vengas a mí y me sanes de mi enfermedad. También he sabido que los judíos murmuran contra ti y quieren tu mal. Mi ciudad, aunque pequeña, es responsable, y será suficiente para ambos».
9. Así escribía estando entonces iluminado por un poco de luz divina. Sin embargo, merece la pena escuchar la respuesta de Jesús a través del mismo correo; una carta breve, pero contundente.
Respuesta de Jesús a Abgaro, Toparca, por mediación del correo Ananías
10. «Bienaventurado si creíste en Mí sin haberme visto. Pues de mí está escrito que los que me han visto no crean, para que también los que no me han visto crean y sean salvos. Pero acerca de lo que me escribes que vaya a ti, me es preciso cumplir todo mi cometido aquí, y, una vez realizado, sea tomado al que me envió. Mas cuando haya sido tomado te enviaré uno de mis discípulos para que te proporcione sanidad y vida a ti y a los tuyos.»
11. A estas cartas acompañaba también lo siguiente en siríaco: «Pero después de la ascensión de Jesús, Judas, llamado Tomás, envió como apóstol a Tadeo, uno de los setenta, el cual, habiendo llegado, se hospedó en casa de Tobías hijo de Tobías. Cuando se extendió el rumor acerca de él, se comunicó a Abgaro que había ido a aquel lugar un apóstol de Jesús, de acuerdo con lo prometido por carta.
12. »Así pues, Tadeo empezó con el poder de Dios a sanar toda enfermedad y debilidad, de manera que todos quedaban maravillados. Cuando Abgaro oyó los grandes y admirables hechos, y como sanaba, sospechó que se trataba del discípulo del cual Jesús le había escrito en la carta cuando le dijo: "Cuando sea tomado arriba en el aire, enviaré a uno de mis discípulos para sanar tu enfermedad."
13. »Mandó llamar a Tobías, en casa del cual se hospedaba, y le dijo: "He oído que posa en tu casa un hombre poderoso, envíamelo." Tobías se dirigió a Tadeo y le dijo: "Abgaro, Toparca, me llamó para decirme que te llevara a él para que le sanes." Tadeo le dijo: "Subiré yo, que he sido enviado a él con poder."
14. »Madrugando el día siguiente, Tobías tomó a Tadeo y fue a Abgaro.Tadeo llegó estando en pie los magnates del rey, y en el preciso momento en que él entró se apareció a Abgaro una gran visión de la faz del apóstol Tadeo. Cuando Abgaro le vio se prosternó ante Tadeo, sorprendiendo a los presentes; pues no veían la visión que sólo se apareció a Abgaro.
15. »Entonces preguntó a Tadeo: "¿Eres tú en verdad el discípulo de Jesús, el hijo de Dios, que me dijo: 'Te enviaré uno de mis discípulos, el cual te proporcionará sanidad y vida'?" Y Tadeo dijo: "Porqúe has creído en gran manera en el que me envió, he sido enviado a ti, y de nuevo, si creyeres en Él, tendrás los ruegos de tu corazón."
16. »Abgaro respondió: "Hasta tal punto creí, que hasta incluso deseé tomar un ejército y destruir a los judíos que lo crucificaron, si no hubiera sido por el rechazo del Imperio Romano." Pero Tadeo le dijo: "Nuestro Señor cumplió la voluntad de su Padre."
17. »Le dijo Abgaro: "Yo también he cerído en Él y en su Padre." Y Tadeo respondió: "Por esta misma razón pongo mi mano sobre ti en su nombre." Y al instante de hacerlo Abgaro fue sanado de su enfermedad y de sus sufrimientos.
18. »Abgaro se maravilló de que aquello que había oído acerca de Jesús ahora lo confirmaba éon los hechos, por medio de su discípulo Tadeo, el cual, prescindiendo de medicinas y de hierbas, le sanó, y no sólo a él, sino también a Abdón, hijo de Abdón, que tenía gota. Este también acudió a Tadeo y, postrándose a sus pies, fue sanado mientras suplicaba con sus manos. Tadeo también sanó a muchos conciudadanos y anunciaba la Palabra de Dios, haciendo maravillas y grandezas.
19. »Luego Abgaro dijo: "Tú con el poder de Dios haces estas cosas y nosotros nos maravillamos por ellas. Pero yo también te suplico que nos des a conocer acerca de la venida de Jesús: cómo tuvo lugar, y de su poder, con qué tipo de poder realizó las cosas que yo he oído."
20. »Tadeo replicó: "No hablaré ahora, pero ya que fui enviado a proclamar la palabra, mañana reúne a todos los ciudadanos y les predicaré sembrando en ellos la Palabra de Vida. Entonces hablaré de la venida de Jesús; cómo fue; de su cometido, por qué fue enviado por el Padre; con qué poder lo hizo; de la novedad de su enseñanza, de su pequeñez y de su humillación; cómo se humilló a sí mismo, se desprendió de su divinidad y la empequeñeció, y cómo fue crucificado, y cómo habiendo descendido al Hades derribó la barrera que había estado cerrada por los siglos y resucité muertos, y cómo a pesar de haber descendido solo, ascendió a su Padre con una multitud, cómo está sentado en los cielos con gloria a la diestra de Dios Padre, y cómo vendrá de nuevo con poder para juzgar a los vivos y a los muertos."
21. »Por lo tanto Abgaro, ordenó que al alba se reunieran sus ciudadanos y prestaran atención al mensaje de Tadeo. También mandó que se diera a Tadeo oro y plata no acuñada. Pero él la rechazó con estas palabras: "Si hemos abandonado lo nuestro, ¿cómo tomaremos lo ajeno?"»
22. «Esto tuvo lugar en el año 340».
Por el momento, este relato traducido del siríaco, no será inútil y me parece suficiente.
Fuente: Historia Eclesiástica, de Eusebio de Cesarea, tomo I. Editorial CLIE www.clie.es
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